domingo, 25 de marzo de 2012

For ever!

- Para siempre?!
La duración del amor, o de las relaciones amorosas, ha ido cambiando notablemente del siglo pasado a este. Si nuestras abuelas se casaban para toda la vida, nuestras hijas ven eso como una rareza casi inexplicable.
Si la expectativa matrimonial del “una vez y para siempre” sonaba casi como un cuento de hadas, al que se podía aspirar legítimamente “hasta que la muerte los separe”, hoy en día esa perspectiva espanta a más de uno/a que no se atreve a asomarse al camino del matrimonio, justamente porque parece que no tuviera salida posible (aunque sea de emergencia) y les genera una claustrofobia estresante.
Haciendo un paralelo un poco singular, podríamos decir que lo que ha pasado es casi un camino que va de Freud a Lacan.
La complementariedad supuesta de los sexos, el pensar que eran el uno para el otro, no resultó tan así. Incluso llevó a Freud a cometer un error con Dora. De todos modos su agudo espíritu crítico de investigador incansable lo llevó a revisar este historial inaugural del psicoanálisis y finalmente dejar planteado el interrogante “Qué quiere una mujer?”
Lacan en cambio subrayó la aparición del uno, del uno solo del goce, como la marca de esta época. Lo que antiguamente llamábamos autoerotismo, es ahora cada uno con su forma de gozar. El goce de cada uno no se complementa con el de ningún otro, aunque el imaginario social continúa sosteniendo el “para toda la vida”, sólo se lee como una tradición, restos de costumbres establecidas, como los anillos o el ramo de la novia.
Incluso se reivindica el derecho al goce, en el avance de la democracia y los derechos humanos, se reivindican formas de gozar singulares, con fuerza de ley. El derecho legal al goce está dentro de las reivindicaciones actuales.
Esto facilita que actualmente, la forma más extendida de la vida cotidiana sea la adicción. Y cualquier cosa puede ocupar ese lugar, el trabajo, el deporte, el celular, el sexo y la droga, por supuesto.
La ciencia con sus avances imparables va dando nuevas formas a nuestras condiciones de vida. La maternidad, la estética, el genoma humano, etc.
Nos confrontamos con la angustiosa soledad del “uno solo” y el culto a la identidad, el uno a uno, que dificulta el tolerar al otro que tal vez tenga una manera diferente de gozar. Vemos una inmensa cantidad de estilos de vida, de goces y de creencias que afectan las identidades.
Puede el psicoanálisis ir en ayuda de estos sujetos del siglo XXI? Tiene algo para decir de todo esto?
El psicoanálisis puede hablar desde el lugar de la falta, del sujeto en tanto barrado, en tanto afectado por una falta, del sujeto que sabe que no es el master del universo (ni siquiera del suyo propio) y que puede ir más allá siempre sirviéndose del nombre del padre. Que no tiene la supremacía que tenía antaño, pero que es una herramienta insoslayable. Puede favorecer el lazo con el otro, que podrá ayudar a aclarar los malos entendidos que este uno tiene consigo mismo.
“Pero entonces, puedo, con el análisis, hacer que mi pareja dure para siempre como la de mi abuela?” Mmmm. Veremos si queres verdaderamente que tu pareja dure “para siempre”, veremos por qué tus parejas duran lo que duran, veremos por qué tu abuela ocupa idealmente el lugar de la felicidad, veremos por qué el “para siempre” sería sinónimo de felicidad, y seguramente veremos muchas otras cosas que vendrán entrelazadas con estas que vamos viendo.
Dejamos acá.
20 de marzo de 2012 06:41
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