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jueves, 26 de julio de 2012
sábado, 23 de junio de 2012
Destino vs. Libertad
“No lo puedo
creer! Otra vez me pasó lo mismo! Cómo puede ser!
Bueno, la
verdad, es que para qué me voy a preocupar si el destino ya está escrito. Mi
abuela siempre decía que nadie se muere la víspera.
Pero me acuerdo
que se peleaba mucho, pero mucho, con mi papá que decía que cada uno es
artífice de su destino. No se. Quién tenía razón? A veces pienso que ella era
la acertada, pero qué pasa si en realidad es él quien tiene razón?”
Cómo enfrenta
el psicoanálisis esta encrucijada?
Si tomamos las palabras de Lacan en el
seminario 23 "Sólo
hay destino para los seres que hablan ¿Cómo es que todos nosotros no
percibimos que las palabras de las que dependemos nos son, de alguna manera,
impuestas? … Somos hablados y, debido a esto, hacemos de las causalidades
que nos empujan algo tramado…"
El sujeto lacaniano aparece
como un vacío efectuado por el lenguaje que no podrá ser nunca representado en
su totalidad por ningún significante, por eso es tan singular y está atravesado
por la barra que lo tacha y que señala la opacidad que lo habita que lo
presenta siempre como no idéntico a sí mismo.
Ese lugar vacío va a ser
llenado por los significantes que lo puedan identificar, o fijar a ciertos
ideales. Nace en el lugar del Otro, por eso sus tramas históricas, sus
herencias, sus bagajes, sus elecciones más íntimas quedarán formateadas por el
juego combinatorio de los significantes de su historia.
A esto tenemos que sumarle
la contingencia que presentará, por ejemplo, los encuentros amorosos del sujeto
en una forma azarosa y contingente.
Un delicioso relato del
Alain Badiou nos ilustra este punto.
Mi madre era muy anciana. Iba con ella a comer a un
restaurante las noches que mi padre –cuando se es hombre, hay que saber dejar
un poco a su mujer, cualquiera sea la edad– partía de caza. Iba entonces a
verla, porque ella no se acostumbraba jamás a que mi padre la dejara para ir a
matar bichos, y mi presencia endulzaba las consecuencias de esa femenina falta
de aceptación. Me contaba en ese momento todo lo que jamás me había contado.
Era la ternura final, tan conmovedora como la que se tiene con los padres muy
viejos. Una noche, me cuenta que antes de haber conocido a mi padre, cuando era
profesora en Argelia, había tenido una pasión, una gigantesca pasión, una
pasión voraz, por un profesor de filosofía. Esta historia es absolutamente
auténtica. La escuché evidentemente en la posición que imaginan, y me dije: y
bien, he aquí, no hace nada más que cumplir el deseo de mi madre, al cual el
filósofo de Orán se había sustraído. Había partido con otra y ese terrible
dolor de mi madre –en el fondo subsistía todavía a los ochenta y un años– yo
había hecho lo que podía para consolarlo.
Yo
mismo, de la manera más inconsciente que puede haber, nunca hice más que,
siendo filósofo, responder a un llamado que ni siquiera había escuchado. Tyché y automaton juegan irremediablemente su partida.
Lacan nos mostró la importancia de las estructuras y el modo en que
éstas condicionan a un sujeto. Hay condicionamiento, pero no fatalidad. Siempre
hay lugar para la libertad, y el psicoanálisis tiene un papel muy importante en
la liberación de un individuo.
Stella Palma
22-6-12
domingo, 6 de mayo de 2012
Sobre la forclusión social
Lacan no habla de forclusión generalizada pero se refiere a otras
forclusiones, diferentes a las del nombre del padre particularmente en dos
ocasiones: la primera cuando analiza el capitalismo, la segunda cuando responde
a una pregunta que se le formula en el
Seminario 23. Vayamos, en principio, a
la primera. En El saber del psicoanalista[1]
afirma que lo que distingue al discurso del capitalismo es “el rechazo
Verwefung de todos los campos de lo simbólico
de la castración y del amor”. Se trataría aquí de una forclusión
producida por un sistema social, y Lacan no retrocede a la hora de
diagnosticar una época y sus mecanismos,
incluso en utilizar aquellos que extrae
de las estructuras clínicas. Ya Freud[2] decía
que se podía hablar de culturas neuróticas, pero con la salvedad que en la néurosis individual se cuenta con
el contraste que separa al enfermo de su entorno, aceptado como “normal”
mientras que, en una masa afectada de
manera homogénea falta ese trasfondo. Es interesante tal observación, ya que
ella nos lleva a advertir que los sujetos inmersos en una comunidad, pierden criterios para
localizar los puntos sintomáticos de su tiempo. No es indiferente que Freud
hable de una cultura neurótica, dándole, en este sentido, un valor a la
represión mientras que Lacan se refiera a un mecanismo que tradicionalmente
correspondió a la psicosis. Quizás esa
sea la clave que explica como muchos psicóticos encuentran hoy en día la manera de encontrar una inserción
identificando sus “rarezas”- que hace un
tiempo hubiesen sido vistas como locura- con los síntomas de la época que otros
también padecen. Cortes en el cuerpo,
piercing a doquier, graves anorexias, bulimias desaforadas, no siempre dan
cuenta de neurosis y se toleran
socialmente como “modas” y maneras de
ser. Una paciente que se tajea los
brazos, relató que en la calle un joven le preguntó como se llamaba tal
“diseño” y dónde lo hacían, viendo en las incisiones una suerte de look ¿Sería la época freudiana la de las psicosis extraordinarias y
ésta la de las ordinarias? Ello no quiere decir que hoy las primeras no
existan, sino que, lo que una época represiva nombra como “locura”, pasa mucho
más desapercibida donde reina un mecanismo forclusivo.
¡Cuántos casos
se manifiestan en esas existencias
en las que notamos ese paulatino desasimiento de todo aquello que enlazó a la vida!
Desenlace afín a lo que Miller y Laurent2
ubicaron como progresivo
desenganche del Otro en las psicosis ordinarias. Pero tales desenganches se
sostienen en las nuevas consignas de reinventarse cada día, partir de cero, dar vuelta la página y lo que
antes era considerado un comportamiento errático hoy encuentra una nominación
social.
Silvia Ons
lunes, 26 de marzo de 2012
Vivimos una época compleja en la que se dibujan dos análisis de los síntomas emergentes. En uno de ellos, se rescata un pasado utópico como pretérito glorioso y se lee un presente apocalíptico, signado por lo que ya no es. La nostalgia de un padre signaría tal punto de vista. En el otro, se acusa al primer análisis de conservador y se considera que habrá que adaptarse a una época progresista dándole cabida a lo nuevo. En este enfoque, el carácter no adaptativo o incluso crítico del psicoanálisis es vivido como retrógrado. Tanto en una como en otra perspectiva se diluye la potencia revulsiva del descubrimiento freudiano. El psicoanálisis desmonta tanto las ilusiones montadas sobre la garantía paterna como aquellas otras que alojan a los aires de renovación. Es por ello que la civilización quiere curarse del psicoanálisis, hacerlo callar, ahogar su mensaje. Hoy como ayer.
En los últimos tiempos, el pensamiento de Sigmund Freud es objeto de crecientes críticas. Podría decirse, es cierto, que las impugnaciones al psicoanálisis lo acompañan desde sus propios orígenes. Pero al período de las resistencias iniciales le sucedió otro de amplia difusión y aceptación general logradas muchas veces, también hay que decirlo, a expensas del rigor. La impiadosa visión negativa que aparece, por ejemplo en la pluma de Onfray, el encarnizamiento pasional, testimonian que la potencia revulsiva del pensamiento de Freud permanece intacta. He escrito acerca del señor Michel Onfray quien en sus críticas a Freud, no puede sustraerse del lugar común de la época, consistente en develar que hay detrás de la vida de un gran hombre, con el fin de desprestigiar su figura y anular la fecundidad de su obra. No me detendré en señalar los datos erróneos sobre la biografía de Freud que abundan en este libro, sino que me interesa interrogar el uso que se hace de la supuesta historia de un creador, con el propósito de anular lo notable de su descubrimiento.
Onfray no discute conceptos, es decir que no sostiene un debate franco con el psicoanálisis, sino que apela a las intimidades del autor, para sí descalificar sus elaboraciones. Por ello, cuando incurre en las pretendidas mentiras de Freud sobre la teoría, comete severos errores. Dice, por ejemplo, que su afán de gloria y de figuración lo condujo a fabular sobre los éxitos de los tratamientos. Con esto ignora que la grandeza del padre del psicoanálisis consistió en no descansar nunca sobre lo ya elaborado, en profundizar en los fracasos de ciertas curas, en exponerlos con una honestidad propia de alguien que antepone la ciencia a su persona. Y si su obra es inagotable es por carecer de cierre, por tener una potencia que se expande más allá de su valor como terapia al una marca como lectura de la civilización. Pero a Onfray le interesa otra cosa. Al respecto, quisiera evocar un comentario que realicé acerca de un número de Noticias en el que se trataba de la importancia mediática del “trasero” en nuestros días y en el que-al respecto- consideré que el asunto trasciende a la concreta atracción por esa parte del cuerpo. En efecto el gran goce de la época consiste en develar todo aquello que está “por detrás”, la fascinación por los backstage, la complacencia voyerista por Gran hermano, la impulsión por dar a ver fotos con procacidades sexuales, los chismes artísticos (proliferan los programas “especializados” en ese rubro) y todo aquello que muestre lo que hay detrás de bambalinas. En otro orden, lo mismo se revela en el deleite por sondear qué hay detrás de la vida de un gran hombre, qué secreto lleva en las espaldas, cuáles son sus debilidades, qué de sus aventuras libidinales etc. Con el pretendido lema de hacer aparecer los aspectos más humanos de las figuras relevantes, subyace el placer mórbido de rebajar la imagen, metafóricamente “mostrar su trasero”, igualarlo al de todos. En 1916 Freud ubicó al psicoanálisis dentro de los tres grandes descubrimientos que hirieron el amor propio de la humanidad. Copérnico mostró que la Tierra no es el centro del universo, conmoviendo la pretensión del hombre de sentirse dueño de este mundo. Darwin puso fin a la arrogancia humana de crear un abismo entre su especie y la del animal. Pero ni la afrenta cosmológica ni la afrenta biológica han sido tan sentidas por el narcisismo, como la afrenta psicológica. Porque el psicoanálisis enseña que el yo, no sólo no es amo del mundo ni de la especie, sino que no es amo en su propia casa.
La vida pulsional de la sexualidad no puede domesticarse plenamente, lo que no se integra se reprime, nuestra morada está habitada por aspectos que no queremos reconocer, ya que no entran en armonía con nuestros ideales. Pero el empeño por rechazar fracasa y lo más extraño de nosotros emerge desfigurado a través de los síntomas. No cabe asombrarse, afirma Freud, que el yo no le otorgue su favor al psicoanálisis y se obstine en rehusar su crédito. Diremos que tanto ayer como hoy. Las terapias no analíticas son aceptadas pues se empeñan por erigir al yo como soberano, le enseñan cómo liberarse mejor de lo que irrumpe, elevan su apetito de control, lo invitan a no acercarse nunca al suelo molesto de su hábitat. Pero ello, no lo dudamos, conducirá siempre a lo peor, no sólo porque se habrá limitado el campo del conocimiento, sino por el destino funesto que sufrirá lo que se intenta elidir. Freud invita a la aventura humana que es la cura psicoanalítica, aventura de ese explorador que, recorriendo los caminos más alejados de sus creencias, vuelve con recursos de los que no disponía. Y esas energías gastadas antaño en preservar sus dominios, estarán libres para fines acordes al deseo que siempre excede los límites del yo. No es casual que el señor Onfray se confiese hedonista, hedonismo banal-agreguemos- y que como tal pretenda eliminar todo aquello que pudiese perturbarlo.
Silvia Ons
En los últimos tiempos, el pensamiento de Sigmund Freud es objeto de crecientes críticas. Podría decirse, es cierto, que las impugnaciones al psicoanálisis lo acompañan desde sus propios orígenes. Pero al período de las resistencias iniciales le sucedió otro de amplia difusión y aceptación general logradas muchas veces, también hay que decirlo, a expensas del rigor. La impiadosa visión negativa que aparece, por ejemplo en la pluma de Onfray, el encarnizamiento pasional, testimonian que la potencia revulsiva del pensamiento de Freud permanece intacta. He escrito acerca del señor Michel Onfray quien en sus críticas a Freud, no puede sustraerse del lugar común de la época, consistente en develar que hay detrás de la vida de un gran hombre, con el fin de desprestigiar su figura y anular la fecundidad de su obra. No me detendré en señalar los datos erróneos sobre la biografía de Freud que abundan en este libro, sino que me interesa interrogar el uso que se hace de la supuesta historia de un creador, con el propósito de anular lo notable de su descubrimiento.
Onfray no discute conceptos, es decir que no sostiene un debate franco con el psicoanálisis, sino que apela a las intimidades del autor, para sí descalificar sus elaboraciones. Por ello, cuando incurre en las pretendidas mentiras de Freud sobre la teoría, comete severos errores. Dice, por ejemplo, que su afán de gloria y de figuración lo condujo a fabular sobre los éxitos de los tratamientos. Con esto ignora que la grandeza del padre del psicoanálisis consistió en no descansar nunca sobre lo ya elaborado, en profundizar en los fracasos de ciertas curas, en exponerlos con una honestidad propia de alguien que antepone la ciencia a su persona. Y si su obra es inagotable es por carecer de cierre, por tener una potencia que se expande más allá de su valor como terapia al una marca como lectura de la civilización. Pero a Onfray le interesa otra cosa. Al respecto, quisiera evocar un comentario que realicé acerca de un número de Noticias en el que se trataba de la importancia mediática del “trasero” en nuestros días y en el que-al respecto- consideré que el asunto trasciende a la concreta atracción por esa parte del cuerpo. En efecto el gran goce de la época consiste en develar todo aquello que está “por detrás”, la fascinación por los backstage, la complacencia voyerista por Gran hermano, la impulsión por dar a ver fotos con procacidades sexuales, los chismes artísticos (proliferan los programas “especializados” en ese rubro) y todo aquello que muestre lo que hay detrás de bambalinas. En otro orden, lo mismo se revela en el deleite por sondear qué hay detrás de la vida de un gran hombre, qué secreto lleva en las espaldas, cuáles son sus debilidades, qué de sus aventuras libidinales etc. Con el pretendido lema de hacer aparecer los aspectos más humanos de las figuras relevantes, subyace el placer mórbido de rebajar la imagen, metafóricamente “mostrar su trasero”, igualarlo al de todos. En 1916 Freud ubicó al psicoanálisis dentro de los tres grandes descubrimientos que hirieron el amor propio de la humanidad. Copérnico mostró que la Tierra no es el centro del universo, conmoviendo la pretensión del hombre de sentirse dueño de este mundo. Darwin puso fin a la arrogancia humana de crear un abismo entre su especie y la del animal. Pero ni la afrenta cosmológica ni la afrenta biológica han sido tan sentidas por el narcisismo, como la afrenta psicológica. Porque el psicoanálisis enseña que el yo, no sólo no es amo del mundo ni de la especie, sino que no es amo en su propia casa.
La vida pulsional de la sexualidad no puede domesticarse plenamente, lo que no se integra se reprime, nuestra morada está habitada por aspectos que no queremos reconocer, ya que no entran en armonía con nuestros ideales. Pero el empeño por rechazar fracasa y lo más extraño de nosotros emerge desfigurado a través de los síntomas. No cabe asombrarse, afirma Freud, que el yo no le otorgue su favor al psicoanálisis y se obstine en rehusar su crédito. Diremos que tanto ayer como hoy. Las terapias no analíticas son aceptadas pues se empeñan por erigir al yo como soberano, le enseñan cómo liberarse mejor de lo que irrumpe, elevan su apetito de control, lo invitan a no acercarse nunca al suelo molesto de su hábitat. Pero ello, no lo dudamos, conducirá siempre a lo peor, no sólo porque se habrá limitado el campo del conocimiento, sino por el destino funesto que sufrirá lo que se intenta elidir. Freud invita a la aventura humana que es la cura psicoanalítica, aventura de ese explorador que, recorriendo los caminos más alejados de sus creencias, vuelve con recursos de los que no disponía. Y esas energías gastadas antaño en preservar sus dominios, estarán libres para fines acordes al deseo que siempre excede los límites del yo. No es casual que el señor Onfray se confiese hedonista, hedonismo banal-agreguemos- y que como tal pretenda eliminar todo aquello que pudiese perturbarlo.
Silvia Ons
domingo, 25 de marzo de 2012
For ever!
La duración del amor, o de las relaciones amorosas, ha ido cambiando notablemente del siglo pasado a este. Si nuestras abuelas se casaban para toda la vida, nuestras hijas ven eso como una rareza casi inexplicable.
Si la expectativa matrimonial del “una vez y para siempre” sonaba casi como un cuento de hadas, al que se podía aspirar legítimamente “hasta que la muerte los separe”, hoy en día esa perspectiva espanta a más de uno/a que no se atreve a asomarse al camino del matrimonio, justamente porque parece que no tuviera salida posible (aunque sea de emergencia) y les genera una claustrofobia estresante.
Haciendo un paralelo un poco singular, podríamos decir que lo que ha pasado es casi un camino que va de Freud a Lacan.
La complementariedad supuesta de los sexos, el pensar que eran el uno para el otro, no resultó tan así. Incluso llevó a Freud a cometer un error con Dora. De todos modos su agudo espíritu crítico de investigador incansable lo llevó a revisar este historial inaugural del psicoanálisis y finalmente dejar planteado el interrogante “Qué quiere una mujer?”
Lacan en cambio subrayó la aparición del uno, del uno solo del goce, como la marca de esta época. Lo que antiguamente llamábamos autoerotismo, es ahora cada uno con su forma de gozar. El goce de cada uno no se complementa con el de ningún otro, aunque el imaginario social continúa sosteniendo el “para toda la vida”, sólo se lee como una tradición, restos de costumbres establecidas, como los anillos o el ramo de la novia.
Incluso se reivindica el derecho al goce, en el avance de la democracia y los derechos humanos, se reivindican formas de gozar singulares, con fuerza de ley. El derecho legal al goce está dentro de las reivindicaciones actuales.
Esto facilita que actualmente, la forma más extendida de la vida cotidiana sea la adicción. Y cualquier cosa puede ocupar ese lugar, el trabajo, el deporte, el celular, el sexo y la droga, por supuesto.
La ciencia con sus avances imparables va dando nuevas formas a nuestras condiciones de vida. La maternidad, la estética, el genoma humano, etc.
Nos confrontamos con la angustiosa soledad del “uno solo” y el culto a la identidad, el uno a uno, que dificulta el tolerar al otro que tal vez tenga una manera diferente de gozar. Vemos una inmensa cantidad de estilos de vida, de goces y de creencias que afectan las identidades.
Puede el psicoanálisis ir en ayuda de estos sujetos del siglo XXI? Tiene algo para decir de todo esto?
El psicoanálisis puede hablar desde el lugar de la falta, del sujeto en tanto barrado, en tanto afectado por una falta, del sujeto que sabe que no es el master del universo (ni siquiera del suyo propio) y que puede ir más allá siempre sirviéndose del nombre del padre. Que no tiene la supremacía que tenía antaño, pero que es una herramienta insoslayable. Puede favorecer el lazo con el otro, que podrá ayudar a aclarar los malos entendidos que este uno tiene consigo mismo.
“Pero entonces, puedo, con el análisis, hacer que mi pareja dure para siempre como la de mi abuela?” Mmmm. Veremos si queres verdaderamente que tu pareja dure “para siempre”, veremos por qué tus parejas duran lo que duran, veremos por qué tu abuela ocupa idealmente el lugar de la felicidad, veremos por qué el “para siempre” sería sinónimo de felicidad, y seguramente veremos muchas otras cosas que vendrán entrelazadas con estas que vamos viendo.
Dejamos acá.
20 de marzo de 2012 06:41
Quiero hacerles una invitación a participar de este espacio de investigación que hemos llamado El psicoanálisis en nuestro tiempo.
En principio es una idea que intenta ubicar las coordenadas actuales en las que el psicoanálisis debe moverse, en un mundo tan diferente al que existía cuando apareció. A 30 años de la muerte de Lacan y más de 60 de la muerte de Freud. Es un mundo brutalmente diferente al de Dora o al del Hombre de las ratas, incluso al de Aimée.
Y si debemos pensar, como decía Lacan, en la supervivencia, o no del psicoanálisis, creo que es importante ubicarlo en la bandeja de ofertas que el sujeto actual tiene para enfrentar su angustia. En un mercado tan variado y creciente desde la ciencia y desde la no ciencia también. Es importante tener una presencia en el mercado. Sabemos que el mercado es algo que ha tomado una relevancia gigantesca últimamente, incluso es notable como se habla de los mercados como de sujetos, hemos escuchado que los mercados están deprimidos, o están nerviosos. Pareciera que lo que no está en el mercado, no existe. Bien, cómo ubicarnos estando a contrapelo del discurso del amo, sin quedar afuera del mundo. Estos puntos y muchos otros serán el eje de trabajo.
Este grupo esta conformado por Luis Salamone, Andrea Zelaya, Raúl Carmona y seguramente una persona más que ya les confirmaremos. Cada uno de ellos tomará un rasgo. Salamone, las adicciones, Carmona el para-todos versus la singularidad del análisis, Andrea Zelaya, el cuerpo y yo las relaciones de parejas y el amor. Seguramente habrá otras propuestas que irán apareciendo. Como se que en muchas de las ciudades donde hay CIDs y Delegaciones del IOM existen grupos de investigación, quería invitar a los que ya están trabajando a que se sumen enviando sus trabajos. Tenemos un blog y una página en Facebook.
El blog se llama El psicoanálisis en nuestro tiempo.blogspot.com.
Tenemos la suerte de contar con Germán García como asesor.
Luego iremos viendo como se seguirá, tal vez con una publicación, o cualquier otra cosa que se nos vaya ocurriendo.
Espero sus colaboraciones. Muchas gracias.
Stella Palma
20 de Marzo de 2012
En principio es una idea que intenta ubicar las coordenadas actuales en las que el psicoanálisis debe moverse, en un mundo tan diferente al que existía cuando apareció. A 30 años de la muerte de Lacan y más de 60 de la muerte de Freud. Es un mundo brutalmente diferente al de Dora o al del Hombre de las ratas, incluso al de Aimée.
Y si debemos pensar, como decía Lacan, en la supervivencia, o no del psicoanálisis, creo que es importante ubicarlo en la bandeja de ofertas que el sujeto actual tiene para enfrentar su angustia. En un mercado tan variado y creciente desde la ciencia y desde la no ciencia también. Es importante tener una presencia en el mercado. Sabemos que el mercado es algo que ha tomado una relevancia gigantesca últimamente, incluso es notable como se habla de los mercados como de sujetos, hemos escuchado que los mercados están deprimidos, o están nerviosos. Pareciera que lo que no está en el mercado, no existe. Bien, cómo ubicarnos estando a contrapelo del discurso del amo, sin quedar afuera del mundo. Estos puntos y muchos otros serán el eje de trabajo.
Este grupo esta conformado por Luis Salamone, Andrea Zelaya, Raúl Carmona y seguramente una persona más que ya les confirmaremos. Cada uno de ellos tomará un rasgo. Salamone, las adicciones, Carmona el para-todos versus la singularidad del análisis, Andrea Zelaya, el cuerpo y yo las relaciones de parejas y el amor. Seguramente habrá otras propuestas que irán apareciendo. Como se que en muchas de las ciudades donde hay CIDs y Delegaciones del IOM existen grupos de investigación, quería invitar a los que ya están trabajando a que se sumen enviando sus trabajos. Tenemos un blog y una página en Facebook.
El blog se llama El psicoanálisis en nuestro tiempo.blogspot.com.
Tenemos la suerte de contar con Germán García como asesor.
Luego iremos viendo como se seguirá, tal vez con una publicación, o cualquier otra cosa que se nos vaya ocurriendo.
Espero sus colaboraciones. Muchas gracias.
Stella Palma
20 de Marzo de 2012
La invención freudiana permitió darle la palabra al sujeto sufriente. Sufrimiento que no es ajeno al malestar de la época en la que le toca vivir. Entre otras cosas Jacques Lacan realizó cierto ajuste para que el psicoanálisis pudiera responder a las problemáticas que se juegan en nuestra época.
Es nuestra responsabilidad interpretar esos movimientos que se dan con el desarrollo de la cultura y poner en juego la alternativa que ofrece el psicoanálisis.
Tenemos que interrogar a las llamadas adicciones, depresiones, ataque de pánico, anorexias, o las manifestaciones que se presenten en nuestro tiempo. Para sacarle las etiquetas al sujeto, para que pueda dar cuenta de las razones inconscientes que determinan su modalidad de gozar y pueda elegir lo que más le conviene. Para que, con lo que esta frase pueda implicar, sienta que la vida vale la pena.
Luis Darío Salamone
Es nuestra responsabilidad interpretar esos movimientos que se dan con el desarrollo de la cultura y poner en juego la alternativa que ofrece el psicoanálisis.
Tenemos que interrogar a las llamadas adicciones, depresiones, ataque de pánico, anorexias, o las manifestaciones que se presenten en nuestro tiempo. Para sacarle las etiquetas al sujeto, para que pueda dar cuenta de las razones inconscientes que determinan su modalidad de gozar y pueda elegir lo que más le conviene. Para que, con lo que esta frase pueda implicar, sienta que la vida vale la pena.
Luis Darío Salamone
30 de diciembre de 2011 08:46
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